ECOLOGÍA
OTRO INFORME
Por: Miguel Angel Ricci Antón*
En épocas de informes, habrá que insistir en informar de la gravedad de los fenómenos desencadenados por el modo en que hasta ahora hemos concebido y construido sociedad, manejado los recursos naturales, distribuido los logros sociales y las maneras en que nos desentendemos del degradado mundo que dejamos atrás.
Hasta minutos antes del hundimiento del Titanic, mientras la inclinación de la cubierta lo permitía, se escuchaban los acordes melodiosos de una música concebida en otros momentos y para otros fines. Estas no-correspondencias han sido especuladas en el debate social y político y algunos perciben en ellas hasta valentía y altruismo. Otros pura necedad, negación autodefensiva o malsana inercia. Como la presencia de los gurkhas en las islas Malvinas en 1982. Rémoras de otros tiempos que se resisten a desaparecer a pesar de dudosas eficacias.
Las crisis sirven, o debieran servir, para sacudir las telarañas que la mente humana se apresura a entretejer en el camino de justificar o explicarse su papel en el complejo dinamismo de una realidad imposible de ignorar, pero también, imposible de aprehender en todas sus dimensiones. Solo el debate social más extenso podrá aportar los muchos matices, ángulos y aspectos de aquella complejidad y, si acaso, arribar a un cuadro de situación estable sólo por un rato.
Un cuadro de situación semejante, podría estar constituido por las innumerables aportaciones de investigadores, científicos, polemistas, activistas, estadistas que desde centros de estudios y difusión y de eventos internacionales han señalado que las múltiples reacciones de la naturaleza a nuestro actuar constituyen el más acuciante problema del siglo XXI. Millones y millones de personas alrededor del mundo y desde hace ya varias décadas, subrayan la necesidad de escapar de la pobreza sin degradar al planeta. Y que éste problema, con todas sus facetas, es de creación humana por insistir in absurdum en conservar un pensamiento acerca de un modo de producir y consumir probadamente degradante y alterante de las condiciones que nos dieron vida.
Sin embargo, en esta época de informes, y a pesar de cercanos derrames petroleros récord, de cercanos encuentros mundiales sobre cambio climático, de otros informes que insinúan la gravedad de lo que nos espera, seguimos, como en el Titanic, tocando el vals que no podremos ya nunca más bailar. Creando la ilusión de que no nos hundimos. Malgastando recursos haciendo malecones que durarán un suspiro, moviendo arena como si nosotros determináramos la línea de costa, o afirmando que son los automóviles quienes dan vida a la ciudad cuando, en verdad, generan muerte y enfermedad.
Hoy cuando la visión de largo plazo debiera traducirse en acción política inmediata vemos, por el contrario, a la visión del plazo corto, políticamente especulativo, regodearse en el ignorar que nos hundimos. O más precisamente, el mar sube. Una nueva oportunidad para levantar la vista y anteponer el todo a la parte, se malogra en la siempre embriagadora adulación del yo invito.
El calentamiento global ya está en marcha
Las causas son, entre otros, los impactos humanos sobre el territorio (cambios de usos del suelo) y la quema de combustibles fósiles. Hasta 1995 aún se discutía sobre los ritmos del proceso y sobre si la fase de calentamiento más rápido ya se había iniciado o no. Sin embargo un momento decisivo llegó en 1995. A finales de ese año, los científicos del IPCCi, reunidos en Nueva York en septiembre, en Madrid en noviembre y en Roma en diciembre, dieron finalmente por cierto el comienzo del calentamiento inducido por la actividad humana.ii
El secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Michel Jarraud, anunció el 23 de diciembre de 2007, en la Cumbre del Clima de Bali, que el decenio 1998-2007 ha sido el más cálido que ha conocido el planeta desde que existen registros. Aún así, seguimos insistiendo en posponer las medidas que pudieran ayudarnos a mitigar las inevitables consecuencias negativas.
Crece el ritmo de aumento de las emisiones de CO²
En los años sesenta del siglo XX, el dióxido de carbono aumentó a un ritmo medio de 0’84 partes por millón (ppm) al año. En los setenta, a 1’26. En los ochenta, a 1’59. En los noventa, a 1’50. Desde el año 2000, a 2’01 partes por millón. En 2007 se superaron las 387 ppm. Para comparar, en los últimos 650.000 años las concentraciones en la atmósfera oscilaron entre 180 y 300 ppm. Así que ahora estamos casi un 30% por encima del mayor nivel desde hace más de medio millón de añosiii.
Una catástrofe climática en marcha
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en su Cuarto Informe de Evaluación, febrero de 2007, la temperatura global se incrementará entre 1,8 y 6,4 grados centígrados hasta el año 2100, con respecto a aquellos niveles preindustriales, con la mejor estimación en torno a 3 ºC, ¡lo que es enorme! El límite para el “cambio climático peligroso” lo sitúan en unos 2ºC. La diferencia entre el promedio de temperaturas en el último milenio, y la edad del hielo que finalizó hace unos 12.000 años, es de sólo 3ºC.
Y, en ese mismo periodo, hasta el 2100, el nivel del mar podría subir más de medio metro suponiendo, lo que resulta cada vez más improbable, que no se desestabilicen las grandes masas de hielo de Groenlandia y la Antártida. En tal caso estaríamos hablando de subidas de 6 metros, de 15 metros. El Ártico está perdiendo casi el 8% de su hielo por decenio.
Dentro de treinta años puede que miremos atrás y veamos el lunes 16 de septiembre de 2007 como el día en que el Ártico alcanzó el crítico punto del no retorno: tan lejos llegó el deshielo que ya no pudo recuperarse. Ese día el casquete se redujo a su mínimo histórico con una superficie de 4,13 millones de kilómetros cuadrados, como dos veces México. Puede parecer mucho, pero es una reducción de 1,19 millones de kilómetros respecto al mínimo del 20 de septiembre de 2005iv.
Aquel cuarto informe de evaluación del IPCC, cuya primera parte se difundió en febrero de 2007, previó una subida del nivel del mar entre 19 y 58 cm para el 2100, suponiendo que no haya pérdidas masivas de hielo en los polos. Pero la cuestión es que, si se funden los hielos de Groenlandia, el nivel del mar subiría no unos centímetros, sino probablemente siete metros. Y si se funden los hielos de la Antártida el panorama aún sería mucho peor, con subidas de varias decenas de metrosv.
Localmente el Dr. Capurro seguirá gritando “toda la península es costa” y las influencias “científicas” en la política gubernamental le responderán “utilizamos concreto poroso en el nuevo malecón internacional”, lo cual constituirá un recuerdo jocoso cuando el malecón quede “porosamente” debajo del nivel del mar según lo anticipan los expertos del IPCC. Mientras tanto los que saben siguen advirtiendo que “una fusión glacial acelerada y cambios de gran calado en el nivel del mar no deberían considerarse posibilidades hipotéticas, sino acontecimientos probables.”vi ¡O sea, tendremos, por fin, puerto de altura! Aunque podríamos habernos ahorrado unos buenos pesos de no haber sido tan impacientes.
Y en ninguno de los rubros más importante, ni en la merma de producción de gases de efecto invernadero, sacando localmente automóviles de circulación, ni en las políticas de planificación que relocalicen las actividades costeras de acuerdo a los tiempos que se vienen, informó el informe o propuso algo. Estamos sí, por supuesto, obligados a combatir las desigualdades que dejamos crecer hasta el día de hoy, pero no como consuelo ante la inevitable catástrofe, sino como alternativa positiva que sea capaz de crear un mundo que nunca más genere riqueza a costa de destrucción de naturaleza y extensión de pobreza humana.
*Arquitecto y Ecólogo Humano
Miembro activo del Foro por la Defensa de nuestros Ecosistemas Peninsulares
ii IPCC: The Science of Climate Change, Cambridge University Press 1996
v Kerr, R. (2006): “A worrying trend of less ice, higher seas”. Science vol. 311, 24 de marzo de 2006, p. 1698-1701. Véase también Flannery, Tim (2006): La amenaza del cambio climático. Historia y futuro, Taurus, Madrid 2006.
vi Kennedy, D./ Hanson, B. (2006): “Ice and history”, Science vol. 311, 24 de marzo de 2006, p. 1673.
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