UN CAMINO LLENO DE ZOPILOTES


DEL ICY A LA SECAY UN CAMINO LLENO DE ZOPILOTES
Mientras que actores y autores estén en manos de empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garantía de ninguna clase, actores, autores y el teatro entero se hundirá cada día más, sin salvación posible.” Federico García Lorca
Miguel A. R. Antón- No sin cierto asombro, leemos en el periódico PorEsto!, (hace unas semanas) la exposición de diferentes posiciones alrededor del paso del ICY a Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (SECAY). Lo que nos queda de asombro se basa posiblemente en lo poco que nos queda de esperanza en un país que no le acierta al debate de esencialidades y es ahogado por corruptelas del más variado tipo.
Rúbricas como “Nueva era en la promoción de espectáculos de alto nivel” o “Maestro del toreo”, para referirse a lo que debieran ser las futuras tareas de la nueva secretaría, preanuncían que ni la cultura, ni las artes estarán en el centro del necesario debate. Por el contrario, en estos artículos sólo se muestran los intereses de aquellos que hacen negocio de la cultura y de las artes.
Presentados como “fuentes empresariales y culturales”, parecen compartir la misma visión mercantilista, aunque nos informan, de cerca, de la corrupción existente en el Patronato Cultur al señalar que su director, Esma Bazán, “usa el dinero del erario para su provecho personal”. ¡Esta no es justamente la parte que nos asombra! ¿Qué puede uno finalmente esperar de “fuentes empresariales” en el campo de la cultura y las artes sino espectáculos1 y beneficio personal? Pero, que las anónimas “fuentes culturales” afirmen que el trabajo de Esma no es malo habla claramente de los pobres criterios “culturales” con que están impregnados.
Las mismas suspicaces “fuentes”, que parecen envidiar el negocio de Esma, antes que evaluarlo desde la perspectiva de la cultura y las artes, se ufanan de que, ahora sí, al subordinar al Patronato Cultur a la nueva Secretaría podrán abrir una nueva era en la promoción de los espectáculos artísticos de alto nivel. ¡De esos que Esma no hace tan mal! ¡Los mercachifles de la “cultura” han comenzado sus riñas de zopilotes para hacer dinero con el dinero de una Secretaría que todavía no entró en funciones!
Podemos legítimamente preguntarnos, tal cual aparece el debate, ¿y en qué consistirán las actividades culturales y artísticas promocionadas desde la nueva Secretaría? ¿Cuáles serán los criterios de promoción del arte y la cultura y en qué consistirán? ¿Cuál será el rumbo/s que tomará la política cultural? En tanto dinero público al cual todos los sectores sociales tienen derecho, habrá que poseer criterios nítidos que verdaderamente promocionen la cultura y las artes en lugar de estas rencillas de incultos hombres de negocio. Nada dicen los artículos, acerca de esos criterios que la nueva Secretaría debiera exponer.
Lo que aparece son rencillas personales entre unos y otros, por dinero, por especulación política, actuales o pasadas, aprovechando la falta de definiciones o vaguedad de las definiciones y circunstanciales cambios institucionales, para hacer funcionar sus empresitas con dinero estatal.
Hasta ahora sólo han hablado vendedores de ideas de negocios que usufructúan conexiones y relaciones de gente semejante y lucran según sus propias definiciones con “grandes eventos artísticos o culturales”. Nos viene a la memoria las palabras del gran León Tolstoi:
Este auxilio lo obtienen de distintos modos, ya en forma de dinero dado por los ricos, ya en forma de subvenciones otorgadas por el Estado; en este caso, el dinero que reciben proviene del pueblo, que, en su mayoría, tiene que privarse de lo necesario para pagar la contribución y no goza jamás de lo que llaman esplendores del arte.”
Otra voz, de las enigmáticas fuentes, acierta diciendo que “al arte no lo puedes encerrar… y trayendo espectáculos no se logra difundir el arte, no se promueve la cultura creando empresas fantasmas con fines netamente de aprovechamiento empresarial”, sin que aparezca un atisbo de qué es lo que se hará desde la nueva secretaría.
De nuevo nuestro pensamiento recoge las reflexiones de León Tolstoi:
Es necesario, pues, en una sociedad civilizada en que se cultiva el arte, preguntarse si todo lo que pretende ser un arte lo es verdaderamente, y si (como se presupone en nuestra sociedad) todo lo que es arte resulta bueno por serlo y digno de los sacrificios que entraña. El problema es tan interesante para los artistas como para el público, pues se trata de saber si lo que aquellos hacen tiene la importancia que se cree, o si simplemente los prejuicios del medio en que viven, les hacen creer que su labor es meritoria.”
Lejos de entrar en este tipo de reflexiones “las fuentes” describen una serie de corruptelas que debieran ser motivo de denuncia y acción legal. ¡Claro si fuésemos otro país en el cual la corrupción no estuviera extendida a todos sus rincones! “Eso lo saben todos los empresarios” nos adelantan las fuentes empresariales (a los que les molesta no poder competir con el Patronato Cultur), que no denuncian porque ellos luchan para hacer exactamente lo mismo. ¡Revelador de la cultura local! ¿Es ésta la “cultura” que administrará la nueva Secretaría? ¿La cultura empresarial que se apropia de lo que no les pertenece? ¿Aquella que ofrece espectáculos en vez de promover las creatividades humanas a través de sentimientos y reflexiones profundas? ¿Que antepone la industria cultural a las otras manifestaciones del espíritu creativo?
Recurramos ahora a filósofos alemanes como Max Horkhaimer y Teodoro W. Adorno, para nutrirnos de ideas que aparentemente no ganan las páginas de nuestros diarios locales. Ellos se refieren en su libro “Dialéctica de la razón” a la industria cultural y, considerando que la industria cultural trivializa la creación humana, la empobrece y deteriora, al pretender comercializar las “manifestaciones más nobles del espíritu” o al transmitir o reproducir por medios industriales las obras artísticas, lo entienden como un factor negativo.
Definido así, nuestros empresarios locales deberían acudir a la Secretaría de Industria y Comercio para pedir asistencia para sus proyectos, pero hacer cola ante la Secretaría de la Cultura y las Artes sólo puede ir en detrimento, justamente, de un mayor enturbiamiento de los conceptos de cultura y arte.
No es que no reconozcamos capacidades creativas a estos empresarios. A juzgar por la descripción que de ellos hacen los artículos mencionados, éstos son muy creativos: crean empresas fantasmas, sobre-facturan y corrompen a funcionarios públicos. Tampoco negamos que dichas actitudes se hayan extendido como un hábito “cultural” que impregna el mundo empresarial y político. Pero no lo compartimos, ni queremos compartirlo y creemos que es tremendamente injusto que los escasos recursos destinados a la cultura y las artes sean dilapidados en otra cosa que la promoción y facilitación de la creatividad y el talento.
¿Presupuesto para la cultura o para la industria cultural? ¿Presupuesto para traer y llevar artistas “consagrados” en otros lugares o para incubar las condiciones que permitan emerger la creatividad, el talento y la reflexión en nuestro medio? ¿Presupuesto para pisotear las ruinas del pasado o para rescatarlo desde una reflexión crítica y creativa? ¿Presupuesto para poner a Yucatán en el “primer mundo” o para evitar semejante estado de desarrollo destructivo e imperial? Los espejitos no pueden venderse al revés, ninguno de los jactanciosos actos reclamados y celebrados pueden ocultar la injusta realidad social de Yucatán ni cambiarla.
Una no-política cultural sería la política cultural que se corresponde con el modelo minoritariamente hegemónico: el mayor lucro posible, en el menor plazo de tiempo posible y, por supuesto, sin velar por sus impactos y otros efectos colaterales. Esta es la “ley” que quieren imponer también para la cultura. El primer mundo importa, e importa materias primas, emigrantes y toda clase de recursos (naturales, energéticos, culturales, patrimoniales). Y exporta, evidentemente, productos manufacturados, créditos, turistas y todo tipo de productos culturales, aptos para el consumo de todos los públicos, de todo el planeta. Un modelo “ganador”, coherente con el modelo de desarrollo que está acabando con los recursos naturales, económicos, sociales y, evidentemente, culturales de la Tierra. Un modelo que conduce al planeta, y a su cultura, a la una homogénea desertización.
Menos anónimo, el segundo artículo presenta a una empresaria local (Mónica Tapia Alonso) convencida de que el cambio de ICY a SECAY conllevará una transformación que abrirá el campo a una mayor cantidad de empresas y , es de esperarse “que ahora sí podamos posicionarnos en un buen lugar en la península en cuanto a la promoción de espectáculos.” También traficante de cultura, se queja de no haber podido traer a los niños cantores de Viena. Como vemos las fuentes empresariales anónimas y no anónimas no destacan justamente por talento, dan vueltas como zopilotes en el lugar que no les corresponde porque sus pretensiones son hacer negocios. ¿No hay acaso otra secretaría para los negocios?
La empresaria (Tapia Alonso) se queja de que en la actualidad resulta difícil organizar espectáculos públicos (le llama “eventos culturales”) en Mérida, entre otras cosas por la falta de espacios adecuados. “Adecuados” significa grandes en su léxico. Por eso, luego se queja de que acondicionar el Estadio de Fútbol Carlos Iturralde, presupone gastar 200 mil ó 300 mil pesos. ¿Qué clase de negocios hace esta empresaria que no tiene ni espacio ni quiere “gastar” (invertir?) dinero?
Con estos criterios las personas se convierten en cifras, y sus prácticas culturales se reducen únicamente a lo que pueden medir las estadísticas oficiales, el "consumo" cultural. La cultura concebida únicamente desde las cifras no es más que un tubo, un pasillo de metro, donde el mejor equipamiento o proyecto es aquel que consigue hacer pasar más personas por un lugar, en el menor lapso de tiempo posible. Evidentemente, no interesa otra cosa que saber cuántas personas.
Consecuentemente, la esperanza de la empresaria parece residir en el cambio del ICY a Secretaría de tal manera que le “brinde la oportunidad de rentar los pocos espacios para espectáculos que hay disponibles”. Suponemos que a precios ultra bajos a juzgar por lo que no está dispuesta a pagar. O sea, quiere hacer su negocio basándose en lo que el dinero público construye y … ¿por qué no lo construye ella misma? ¿No es acaso su negocio?
Por el contrario, consciente de que el ICY ha manejado siempre escasos recursos anhela que al convertirse en Secretaría “ese panorama debe cambiar para bien”. ¡Para mí bien, debió decir! ¡Para el bien de mi negocio!
¡Que las autoridades inviertan en contar con mejores espacios para presentar espectáculos!, reafirma la empresaria: ¡Para el bien de mi negocio, le faltó agregar! ¡El de traficar con la cultura! Es evidente que, conceptualmente, el modelo de desarrollo imperante es bastante limitado y repetitivo. ¿Se le ocurrirá alguna vez traer al creador de Wikileaks entendido como un fenómeno cultural extendido contra la hipocresía de decir una cosa y hacer otra?
Si no son necesarias las políticas culturales públicas, es una frivolidad planificar la cultura, especialmente a largo plazo. Si lo que medimos son sólo las audiencias y los rankings (de ventas, de visitantes, de butacas ocupadas, de localidades vendidas, de kilómetros de cola...) no hace falta que nos preocupemos por la excelencia. Esto vale para la música, pero también para los museos, teatros, festivales...
Sin embargo, de a poco, paulatinamente, una nueva realidad se abre paso. Hoy existe la posibilidad potencial de que todo el mundo pueda ser, al mismo tiempo, creador y receptor de cultura. La visión jerárquica ha comenzado a resquebrajarse y, por todas partes, se multiplican espacios y mediaciones. Las prácticas culturales se han diversificado y, en correspondencia, también se han multiplicado las posiciones activas, pasivas, de emisión, de recepción, etc., que una misma persona o colectivo pueden adoptar. La idea de “consumo cultural” sirve para designar, únicamente, una tipología de prácticas culturales. Y, mientras las audiencias van por un lado, las personas, agrupadas formalmente o informalmente, a título individual o de forma comunitaria, van por otro. Este lado, no iluminado de ninguna forma por las estadísticas culturales es, a nuestro juicio, la franja más fértil del desarrollo cultural.
La cultura, al igual que la naturaleza, es complejidad. Y la riqueza cultural, al igual que la natural, se basa en la complejidad y en la diversidad. En la cultura también se cumple otra ley de la naturaleza, la de la evolución. Por este motivo, velar por el desarrollo cultural implica también, ayudar a nacer y evitar que se mueran todas aquellas iniciativas, procesos y obras que, por efecto de la implacable ley de la adaptación al medio y de supervivencia de los más “poderosos”, estarían condenadas a la desaparición.
Hay otra ley que no falla, que es la de la continuidad en la cadena trófica: Sin peces pequeños no hay peces grandes. Y el océano es lo suficientemente grande para todos. Así pues, cuanto más amplia sea la base de prácticas culturales, de apoyo a la creación, de formación artística, más fuertes serán los espacios intermedios, equipamientos, producción, difusión y más excelente será en consecuencia lo que aparezca en la superficie.
Por ello, aquellos que como Patronato Cultur, (según la empresaria) “venden” la idea (a gobiernos que la compran) de que pueden controlar a la comunidad cultural con mano dura, revelan no sólo la falta de talento propio, sino el carácter efímero de sus despotismos que nada tienen que ver con el arte y la cultura. Y pueden contar con algunos productores de pseudo-cultura, de algunos que produzcan algo que ellos puedan vender, porque los déspotas como decía Tolstoi
sabían que estaban acostumbrados a una vida regalona y dispuestos a sufrir cualquier ultraje, antes que renunciar a su lujo; de modo que no vacilaban en dar rienda suelta a su grosería nativa…”




1 Espectáculo (sinónimos): fiestas, diversiones, distracciones, entretenimientos, juegos, deportes, pasatiempos

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