La estética de la resistencia”
Peter Weiss
Traductores del alemán: José Luis Sagüés, Arturo Parada, Luis A. Acosta
Esta obra se encuentra entre la media docena de las obras maestras de la narrativa europea durante el siglo XX, lo que no es poco decir en una centuria en la que se han producido novelas como las de Joyce, Faulkner, Kafka o Proust. Aquí nos encontramos ante un gran fresco de la historia europea y de las esperanzas revolucionarias que han movilizado esta historia, día a día, en una situación en la que la revolución soviética y sus propósitos de revolución mundial eran una encarnación real de aquel "fantasma" que ya recorría el mundo cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista; y el nazismo, y la guerra española, y la II Guerra Mundial pusieron en incandescencia las conciencias de los pueblos. Peter Weiss nos dejó esta gran contribución literaria para la comprensión de un tiempo en el que las generaciones venideras tendrán que buscar las semillas de su propia situación. Magna obra desarrollada en tres partes, en más de mil páginas de una densidad extraordinaria.

La estética de la resistencia, de Peter Weiss
Homenaje a los oscuros camaradas
Joxe Iriarte Bikila
Es de agradecer que Editorial Hiru de Hondarribia (colección Las otras voces) haya decidido editar La estética de la resistencia de Peter Weiss. Obra autobiográfica, dividida en tres partes, cuyas 1.080 páginas en papel biblia conforman una autentica joya de la literatura del siglo XX.
De las excelencias de la obra poco puedo decir que no se haya dicho ya, y que Alfonso Sastre resume en su prologo con la siguiente idea: "Peter Weiss siempre pensó en el Infierno de Dante como una imagen de nuestro tiempo".
Dante se imagina el infierno y lo recrea con fines morales y prácticos; Weiss lo identifica con la catástrofe que supone para la humanidad la derrota de la revolución proletaria y el surgimiento del fascismo: las bestias pardas que primero se apoderan de Alemania y posteriormente se extienden por toda Europa, produciendo tal horror en quienes lo sufren en su carne que algunas gentes enmudecen de por vida (la propia madre del autor), incapaces de superar el trauma. Pero a su vez se interroga e interroga a los suyos y alza su voz, para que se oiga en medio del crujir de los hornos.
A diferencia de los que creen que la literatura es sinónimo de invención, Peter Weiss nos demuestra, siguiendo la opinión de Césare Zavattoini, que "con la simple observación de la realidad se produce (como en el milagro de Cristo) la multiplicación de las historias".
Ciertamente, la realidad, para ser aprehendida y contada en sus múltiples facetas y expresiones, requiere un arte que en Peter Weiss alcanza una expresión irrepetible. Opinan los expertos que es la precisión casi científica de sus descripciones (físicas como una ciudad, un paisaje, un acontecimiento histórico; o intelectuales, como el hilo de una conversación o la controversia ideológica abierta entre distintos camaradas) lo mejor de P. Weiss. No seré yo quien ponga en duda esa opinión, pero hay algo más: la agudeza para ver mas allá de lo aparente, de lo obvio.
¿Qué ven los ojos del aburrido turista ante el friso de Pérgamo de Berlín? ¿Qué ven los especialistas en arte? Peter Weiss, además de una obra de arte (que es capaz de precisar de forma magistral) penetra en la esencia de la obra: la estética de su tiempo, la historia de los personajes reales e imaginados, todo ello, a través de un pensamiento dialéctico, ni escéptico ni empírico ni dogmático, sino materialista. Dioses y mortales, héroes y tiranos, esclavos y amos, son descritos y analizados a la luz de su forma de ver y sentir el arte y su relación con la lucha de clases.
Una lucha de clases vista de una forma mucho más compleja y dialéctica de lo que dictaban los cánones de la dogmática del llamado marxismo soviético. Admira un Hercúles contradictorio, rebelde a los dictados de los dioses, pero que a su vez forma parte de su mundo, del cual no puede huir, ni impedir que las masas de desheredados sigan confiando en ellos. Admira al artista cuyo cincel dio forma al friso, pero nos recuerda al cantero, sin cuyo sacrificio el artista nada hubiera podido hacer ¿Y el esclavo celta cuyo sufrimiento permitió al artista dotarse de la materia prima y a la vez le sirvió con su extenuado rostro, de modelo para escenificar al soldado desgarrado por la espada del ensalzado tirano?
¿Y sobre el fascismo? Ve al mismo como un retroceso gigantesco para la humanidad, pero constata su engarce con el sistema que le da cobertura y le dota de las más mortíferas armas y medios de dominación propagandistico-militar. Cree que la modernidad y holocausto, la ciencia y el oscurantismo conviven en la hidra. El avance de la ciencia, la organización capitalista del trabajo, puesto al servicio del intento de exterminio de una raza, le demuestra que el horror lejos de remitir con el avance de la técnica y ciencia puede alcanzar dimensiones apocalípticas y además rentables: fusilar, ametrallar, matar mediante la tortura es caro y lento, pero el exterminio en serie mediante un gas tóxico, que mata a miles y apenas cuesta dinero, se hace posible gracias a la gran capacidad técnica de la industria química alemana, cuyos dueños, como Pilatos no se ensuciarán las manos, y pasado en nazismo seguirán donde estaban, siendo los dueños de Alemania. ¿Y el pueblo alemán, cuya clase obrera fue la primera, tras la rusa, en soñar un nuevo mundo, fraterno e igualitario, pero que sucumbió fruto de su incapacidad para luchar unida, terminando aborregada, vestida de marrón, clamando al fuhrer que les prometía ser la raza elegida. ¿Es culpable? ¿Hasta dónde es culpable?
Solo los comunistas y los socialdemócratas de izquierda se salvaron de la degeneración nazi. Pero no de sus propios dogmas e ilusiones; espada de dos filos, les hace fuertes y a la vez débiles ante lo evidente: que el pueblo alemán, o está con los nazis, o le es indiferente, hasta que empieza a sufrir en sus carnes los efectos del bombardeo aliado.
Los unos confían en las democracias capitalistas occidentales, cuyo brillo y esplendor les ciega. Los otros, conservan la fe en el dogma encarnado en el Partido, fe que no se quebranta con los procesos de Moscú y las purgas de internacionalistas que combaten en el Estado Español, pero que sufre su primer gran quebranto a consecuencia del pacto Hitler-Stalin que no pueden ni explicar ni entender.
"Años de horror y de verdadero heroísmo, del heroísmo de brigadistas internacionales y sobre todo, de los camaradas oscuros quienes desde las catacumbas de la clandestinidad viven la gran tragedia tratando de descifrar lo que ocurre".
Son esos comunistas, camaradas del autor, los verdaderos protagonistas de la obra. Y de todos ellos, la camarada enlace el prototipo más genuino. Todo en ella es dedicación a la causa. La posibilidad de perder la vida en medio de horribles torturas, la prisión, el martirio, todo es aceptada, si puede aportar su pequeño grano de arena. En ella, la clandestinidad, la vida a salto de mata, la supervivencia en el sentido más estricto de la palabra, se convierte en una segunda naturaleza. Es la superviviente por excelencia. Siempre en el centro de los acontecimientos más importantes y memorables de la resistencia, pero jamas participará en la toma de decisiones, pues en los puestos dirigentes sólo hay hombres. Ella personifica mejor que nadie al oscuro camarada, al que la historia sumergirá en el total y absoluto anonimato.
Ha visto desaparecer a tantos rostros. En vísperas de la victoria intenta recordarlos y se interroga si alguien se acordará de ellos, tan queridos, admirados, pero cuyo nombre real ni siquiera llegó a conocer. ¿Tendrán, al final, un monumento en cuyas paredes de mármol figuren en letras doradas sus verdaderos nombres?
Peter Weiss les ha dedicado el mejor monumento posible. Su obra, en la medida de que siga siendo leída, será un homenaje a todos los oscuros camaradas.
De aquella y de otras resistencias.

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