Una agresión mayúscula para todo el continente
Por Ricardo Andrade Jardí
A cuentagotas, llega la información de lo que sucede al interior de Honduras, los gorilas empresariales apoyados por los medios de comunicación ocultan la verdad de los hechos, entre las informaciones más alarmantes, está la denuncia de que en diferentes regiones del país los golpistas, “bien” adiestrados por el imperialismo, han empezado a secuestrar niños de entre 11 y 14 años para ser reclutados a la fuerza, como lo hacían los ejércitos y los gobiernos fascistas del continente asesorados por la CIA en los años ochenta.
El golpe militar en Honduras es un retroceso para la vida política y social del continente. Es una agresión mayúscula para todos los países de la región y por más intentos que las telecracias hagan para hacer ver que Zelaya es quien dividió al país --- peligrosas subjetividades golpistas las de una buena parte de los amorales empresarios del continente --- es preciso, poner en claro que quien recluta niños y reprime el rechazo contundente de un pueblo, no es Zelaya, sino un gobierno de facto, que carece de legitimidad y de moral. Los rumores de que Estados Unidos “siempre no” retira a su embajador son la confirmación de lo que los analistas políticos, más brillantes de todo el mundo, anunciaban: “detrás del golpe esta el imperio”, como siempre.
Hay que poner mucha atención al hecho de que los “intelectuales”, a modo de la telecracia mexicana, bien adiestrados por las limosnas del sistema, insistan tanto en que “la culpa es de Zelaya y de su afán de reelección”, pues la información, además de sesgada, es mentirosa.
Zelaya propuso hacer una consulta, no vinculatoria, para que los hondureños se manifestarán, a favor o en contra, de una posible asamblea constituyente, que tendría, por fin, modificar las normas de ley, escritas en la Casa Blanca en los años en que Honduras fue utilizada por los Estados Unidos como base de operaciones de las agresiones imperialistas contra las soberanías Centro Americanas. Normas que prohíben la participación ciudadana.
El mayor delito de Manuel Zelaya en todo caso es el ofrecerle al pueblo hondureño, por primera vez, la posibilidad de manifestarse en un asunto medular de su vida político –social. Su delito es, pues, enfrentarse a los intereses de los oligarcas locales y las corporaciones tarasnacionales. Es el de ofrecerle al pueblo, que lo eligió como Presidente, la opción de manifestar su sentir y pensar. Y ese pequeño detalle es que los seudointelectuales “del privilegio”, se olvidan de informarnos, lo que las telecracias callan centrando sus discursos en la supuesta intención reeleccionista de Zelaya, que en todo caso de haber llegado a un Constituyente y, suponiendo que se aprobara la reelección, tendría que ser votado, lo que en una democracia representativa verdadera es también la posibilidad de no ser elegido.
Por eso es importante no perder de vista las subjetividades represivas que se esconden detrás del hecho, de que, frente a un golpe militar que intenta derrocar a un legitimo Presidente, se intente desvirtuar el asunto culpando al derrocado de haber dividido al país por su pretendida “ambición”. No hay tal. La división en Honduras está entre el Presidente electo por la mayoría ciudadana y las oligarquías incrustadas en las instituciones, que una vez más demuestran, como en México, estar al servicio de las parásitas ambiciones de la burguesía y no del pueblo.
La situación en Honduras, hoy, después del golpe es alarmante y toda denuncia debe ir enfocada sobre lo que está viviendo el pueblo hondureño. Se debe desconocer a un gobierno de facto, que como todas las derechas del mundo, se ha impuesto ante la posibilidad latente de que los hondureños se manifestaran en favor de cambiar un conjunto de leyes impuestas y escritas por la Casa Blanca encabezada por Regan y por Bush; manifestarse por hacer una ley más justa, que involucre la voluntad popular en los asuntos estratégicos de la soberanía hondureña, pero sobretodo, en la de otorgarse una nueva Constitución que no permita más la impunidad corrupta de un puñado de ladrones, hoy golpistas, frente a la reproducción de la miseria, de cientos de miles, promovida por el imperialismo yanqui en casi todo el continente.
Los intentos reduccionistas de nuestras, igualmente, golpistas televisiones comerciales, es algo que no podemos dejar de denunciar, pues permitir la reproducción de subjetividades represivas que si bien no apoyan abiertamente el golpe (estrategia puramente política), insisten en “los errores de Zelaya”, con los mismos argumentos con los que la CIA abrió las puertas del fascismo chileno, los mismos argumentos con los que se derrocó al Presidente Salvador Allende, “los errores de Zelaya” en todo caso corresponde al pueblo hondureño, valorarlos, denunciarlos y castigarlos (electoralmente hablando) y no a los a modo de Televisa y TV Azteca.
No nos equivoquemos. En Honduras hoy se está jugando el nuevo orden político del continente y hacer suponer que el Presidente electo de aquel país centroamericano es responsable del golpe militar, es justificar la barbarie de la dictadura, el triste regreso a los años ochenta, donde los gorilas del imperio secuestraban a los niños para convertirlos en militares a la fuerza y donde el silencio obligado era la única norma y la tortura la única ley...
POR ESTO!
A cuentagotas, llega la información de lo que sucede al interior de Honduras, los gorilas empresariales apoyados por los medios de comunicación ocultan la verdad de los hechos, entre las informaciones más alarmantes, está la denuncia de que en diferentes regiones del país los golpistas, “bien” adiestrados por el imperialismo, han empezado a secuestrar niños de entre 11 y 14 años para ser reclutados a la fuerza, como lo hacían los ejércitos y los gobiernos fascistas del continente asesorados por la CIA en los años ochenta.
El golpe militar en Honduras es un retroceso para la vida política y social del continente. Es una agresión mayúscula para todos los países de la región y por más intentos que las telecracias hagan para hacer ver que Zelaya es quien dividió al país --- peligrosas subjetividades golpistas las de una buena parte de los amorales empresarios del continente --- es preciso, poner en claro que quien recluta niños y reprime el rechazo contundente de un pueblo, no es Zelaya, sino un gobierno de facto, que carece de legitimidad y de moral. Los rumores de que Estados Unidos “siempre no” retira a su embajador son la confirmación de lo que los analistas políticos, más brillantes de todo el mundo, anunciaban: “detrás del golpe esta el imperio”, como siempre.
Hay que poner mucha atención al hecho de que los “intelectuales”, a modo de la telecracia mexicana, bien adiestrados por las limosnas del sistema, insistan tanto en que “la culpa es de Zelaya y de su afán de reelección”, pues la información, además de sesgada, es mentirosa.
Zelaya propuso hacer una consulta, no vinculatoria, para que los hondureños se manifestarán, a favor o en contra, de una posible asamblea constituyente, que tendría, por fin, modificar las normas de ley, escritas en la Casa Blanca en los años en que Honduras fue utilizada por los Estados Unidos como base de operaciones de las agresiones imperialistas contra las soberanías Centro Americanas. Normas que prohíben la participación ciudadana.
El mayor delito de Manuel Zelaya en todo caso es el ofrecerle al pueblo hondureño, por primera vez, la posibilidad de manifestarse en un asunto medular de su vida político –social. Su delito es, pues, enfrentarse a los intereses de los oligarcas locales y las corporaciones tarasnacionales. Es el de ofrecerle al pueblo, que lo eligió como Presidente, la opción de manifestar su sentir y pensar. Y ese pequeño detalle es que los seudointelectuales “del privilegio”, se olvidan de informarnos, lo que las telecracias callan centrando sus discursos en la supuesta intención reeleccionista de Zelaya, que en todo caso de haber llegado a un Constituyente y, suponiendo que se aprobara la reelección, tendría que ser votado, lo que en una democracia representativa verdadera es también la posibilidad de no ser elegido.
Por eso es importante no perder de vista las subjetividades represivas que se esconden detrás del hecho, de que, frente a un golpe militar que intenta derrocar a un legitimo Presidente, se intente desvirtuar el asunto culpando al derrocado de haber dividido al país por su pretendida “ambición”. No hay tal. La división en Honduras está entre el Presidente electo por la mayoría ciudadana y las oligarquías incrustadas en las instituciones, que una vez más demuestran, como en México, estar al servicio de las parásitas ambiciones de la burguesía y no del pueblo.
La situación en Honduras, hoy, después del golpe es alarmante y toda denuncia debe ir enfocada sobre lo que está viviendo el pueblo hondureño. Se debe desconocer a un gobierno de facto, que como todas las derechas del mundo, se ha impuesto ante la posibilidad latente de que los hondureños se manifestaran en favor de cambiar un conjunto de leyes impuestas y escritas por la Casa Blanca encabezada por Regan y por Bush; manifestarse por hacer una ley más justa, que involucre la voluntad popular en los asuntos estratégicos de la soberanía hondureña, pero sobretodo, en la de otorgarse una nueva Constitución que no permita más la impunidad corrupta de un puñado de ladrones, hoy golpistas, frente a la reproducción de la miseria, de cientos de miles, promovida por el imperialismo yanqui en casi todo el continente.
Los intentos reduccionistas de nuestras, igualmente, golpistas televisiones comerciales, es algo que no podemos dejar de denunciar, pues permitir la reproducción de subjetividades represivas que si bien no apoyan abiertamente el golpe (estrategia puramente política), insisten en “los errores de Zelaya”, con los mismos argumentos con los que la CIA abrió las puertas del fascismo chileno, los mismos argumentos con los que se derrocó al Presidente Salvador Allende, “los errores de Zelaya” en todo caso corresponde al pueblo hondureño, valorarlos, denunciarlos y castigarlos (electoralmente hablando) y no a los a modo de Televisa y TV Azteca.
No nos equivoquemos. En Honduras hoy se está jugando el nuevo orden político del continente y hacer suponer que el Presidente electo de aquel país centroamericano es responsable del golpe militar, es justificar la barbarie de la dictadura, el triste regreso a los años ochenta, donde los gorilas del imperio secuestraban a los niños para convertirlos en militares a la fuerza y donde el silencio obligado era la única norma y la tortura la única ley...
POR ESTO!
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