SER DE IZQUIERDAS


SER DE IZQUIERDAS

BEATRIZ GIMENO Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB)

29/09/2010

Ser de izquierdas es muchas cosas pero yo lo resumiría diciendo que es defender que todo ser humano tiene derecho a disfrutar de una vida vivible y que si eso no es así no se debe a su mala suerte, al destino ni a sus capacidades, sino a un sistema económico injusto; es apostar por la solidaridad activa como forma de organizar la convivencia, es negar la máxima liberal de que el egoísmo individual puede generar el bien común; ser de izquierdas es no aceptar que haya seres humanos que se queden en los márgenes del bienestar, no aceptar que ese sea un precio asumible.
La izquierda cree que el estado es más justo y eficiente que el mercado para convertir servicios esenciales en derechos: educación, sanidad, trabajo, vivienda, igualdad… Una fiscalidad alta y fuertemente progresiva sirve para poder garantizar esos servicios y que sean de calidad, pero también para equilibrar las desigualdades de la renta. Cuando los ricos pagan más no es por castigarles, la izquierda cree que eso es justicia social.
Pero en los últimos tiempos la izquierda se ha perdido al renunciar a defender, explicar y hacer pedagogía social de lo que debe ser su tronco ideológico. Se ha desdibujado de forma que es ya difícil reconocerla. El problema es que si no la reconocemos no podemos encontrarla. Nos quisieron convencer de que podíamos seguir siendo de izquierdas comportándonos igual que si fuéramos de derechas y eso tiene un precio que parece ser que ahora vamos a empezar a pagar.
Comenzaron con los impuestos, uno de los pilares del estado del bienestar socialdemócrata: “Bajar impuestos también es de izquierdas” “los impuestos no están para distribuir la riqueza”, “el mercado es a veces más eficiente que el estado para prestar servicios” frases todas ellas pronunciadas por destacados socialistas. Así, lo que antes eran derechos de ciudadanía pasan a convertirse en servicios que se compran en el mercado, se olvida la idea de que la solidaridad social es una obligación, el mercado queda instituido como sumo y eficiente organizador social y el egoísmo individual es positivamente valorado.
Lo que antes era un anatema para la izquierda, ahora parece que es aceptado sin pestañear. ¿Por qué? Porque nos hicieron creer que una buena vida es aquella en la que consumimos mucho. Consumir se ha convertido en el único derecho que la gente está dispuesta a defender, el único que reconoce como tal. Dejamos de ser ciudadanos para pasar a ser consumidores, sin freno de ningún tipo, ni económico, ni ecológico, ni sobre todo y para las personas de izquierdas, ético.
Por eso protestaba mucha gente de izquierdas cuando la huelga del metro de Madrid. Me resultó sorprendente la atmósfera antihuelga y antisindicatos que percibí en personas que yo creía de izquierdas. Se inventó un derecho nuevo: “el derecho al trabajo el día en que hay huelga”, derecho al parecer intocable, no como el antiguo derecho al trabajo digno todos los días, ese es distinto, ese depende de oscuras fuerzas que no controlamos, por lo que no merece la pena protestar cuando nos lo arrebatan. Cualquier medio de comunicación sabe que para ver auténtica indignación ciudadana hoy hay que ir a un aeropuerto el día en que se retrasa un avión. Ahí podemos ver furia en estado puro. Si nos restringen el consumo arde Roma.
Ahora, cuando hemos visto que los líderes de la izquierda han asumido la política de Sarkozy respecto a los gitanos, lo que se ha hecho es dar carta de legitimidad al racismo. Si en Bruselas el racismo recibe su espaldarazo oficial, ¿cuánto podía tardar el PP en pasearse por los campamentos de gitanos en Badalona o en donde fuera?... Si nadie condena de manera taxativa el racismo de la política francesa y a los que lo hacen los mandan a freír gárgaras (a Luxemburgo, concretamente), ¿cómo se va después a exigir a los vecinos que conviven con el problema que no sean racistas? Se ha abierto la veda. Ya se puede ser racista y de izquierdas. La izquierda contra los impuestos, contra las huelgas, contra los sindicatos, la izquierda justificando el racismo o las políticas neoliberales, la izquierda defendiendo las privatizaciones, adelgazando el sector público…
Finalmente, el resultado de todo esto es obvio: gana la derecha y sube la extrema derecha. Si se propone el mercado como único modelo, si la gente quiere que en todo caso, se bajen los impuestos; si se criminaliza la huelga y a los sindicatos, si la solidaridad no es un valor a defender, si no se explica que una existencia basada en un patrón de consumo desaforado es inmoral, ineficiente, antiecológica además de insostenible; si no se defiende que algunas cosas no pueden comprarse ni venderse porque son derechos básicos, si la izquierda no explica y defiende un modelo social y económico diferente, entonces ¿para qué va a votarse a la izquierda…?
Si nadie se esfuerza en explicar y defender otra política - y nadie lo está haciendo- la gente terminará prefiriendo a los que son más eficientes en aplicarla. Para hacer políticas de derecha ya está la derecha que las hace mejor, con más convicción y con más ganas, y para hacer políticas más de derechas aún, está la extrema derecha que sube en toda Europa. Esta crisis no es más que la constatación del fracaso de las políticas neoliberales y sin embargo nadie en la izquierda ha asumido el liderazgo en defender otro modelo ideológico, de consumo ético, otro modelo económico y productivo, el que nos llevaría a superar esta crisis y prever crisis futuras, además de construir una sociedad más justa. Como desde la izquierda nadie lo ha hecho, la derecha ha ocupado todos los huecos y así seguiremos hasta que la izquierda vuelva a defender una política de izquierdas. En Gran Bretaña es posible que ya haya empezado esa tendencia, bienvenida sea.

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