El Egipto de los estómagos vacíos


26 de mayo de 2008
Protestas obreras sin precendentes desde 1948
El Egipto de los estómagos vacíos
Por: Joel Beinin

En Egipto, los salarios reales continúan bajando considerablemente mientras el desempleo aumenta. Desde fines de 2004, a medida que la situación social se degrada, se multiplican las manifestaciones y las huelgas. El alza de precios en los productos alimenticios no hace más que agravar las tensiones. El país se encuentra en ebullición. 

“La ciudad está en llamas. Miles de manifestantes que lanzan piedras y entonan consignas antigubernamentales invaden las calles y son víctimas de bastonazos, gases lacrimógenos y balas de verdad”. Mohamed Al-Attar es miembro del comité de huelga que eligieron los veinticinco mil obreros de Misr Spinning and Weaving Co., gigante textil del sector público y la mayor empresa industrial de Egipto. Evoca la explosión de cólera popular del 6 de abril en Mahallah Al-Kubra, importante centro industrial al norte de El Cairo sobre el delta del Nilo (1).
El mes de enero, el comité había depositado un preaviso de huelga para el 6 de abril: se trataba de obligar a la dirección a cumplir las promesas hechas al finalizar las dos movilizaciones anteriores, en diciembre de 2006 y septiembre de 2007. Pero este preaviso se convirtió en una convocatoria a un paro nacional de protesta contra la escasez del pan subvencionado y la brutal alza del precio de muchos productos alimenticios de primera necesidad –entre 2005 y 2008 de al menos un 30% para la carne y hasta el 146% para el pollo–. Entre las reivindicaciones se exigía el aumento del salario mínimo –fijo desde 1984 en 115 libras egipcias– a... 1.500 mensuales (1 euro equivale a 8,62 libras egipcias).
El índice de inflación anual alcanzó un 15,8% el mes de marzo pasado. La grave escasez del pan subvencionado, principal fuente de calorías para la mayoría de los egipcios, no hizo más que aumentar la carga de los pobres. Los inspectores gubernamentales mal pagos a menudo venden la harina subvencionada en el mercado negro. Las disputas que estallaron en las largas colas frente a las panaderías provocaron numerosos heridos e incluso muertos. En cuanto al pan no subvencionado, su precio casi se duplicó en dos años.

El 2 de abril las fuerzas de seguridad ocuparon la ciudad de Mahallah Al-Kubra y el complejo textil de hilatura Misr. Ejercieron presión sobre Mohamed Al-Attar y los otros miembros del comité de huelga para que anularan las consignas. Pero al mismo tiempo la empresa satisfizo algunas antiguas demandas: aumento de 40,6 euros mensuales del salario base para los obreros no calificados, de 43,5 euros para los diplomados de colegios y escuelas de formación profesional y de 46,4 euros para los diplomados universitarios; aumento del dinero para comidas, que pasa de 5 euros mensuales a 10,5 euros; y la promesa de cumplir finalmente con el compromiso ya asumido de poner en servicio un transporte gratuito para los trabajadores.
De ahora en más los obreros mejor pagos del Misr ganarán casi 116 euros por mes. Así, el Consejo Nacional de Salarios y la Federación de Sindicatos Egipcios (vinculada al poder) entablaron negociaciones sobre el salario mínimo nacional. Por cierto, recomendarán mucho menos que los 139 euros preconizados por los huelguistas del Misr, aunque esta suma esté aún por debajo del umbral de pobreza que fijara el Banco Mundial (2 dólares, es decir 1,26 euros diarios para una familia de cuatro personas).

Movilizaciones y represión

Así, manejando la zanahoria y el garrote, el poder logró que el comité anulara la huelga del 6 de abril, lo que decepcionó a muchos trabajadores, aún decididos a realizarla. Poco después del cambio de turno de las 15:30, en la plaza principal de la ciudad, algunos obreros se unieron a una muchedumbre compuesta sobre todo de jóvenes y mujeres que, sin dirigentes, coreaban “O Pacha, ô bey (2), un pan (no subvencionado) cuesta un cuarto de libra”.

Contra esta protesta espontánea el régimen lanzó a individuos a sueldo para que dispersaran a la muchedumbre a pedradas. Las fuerzas de seguridad en uniforme utilizaban gases lacrimógenos. Aumentó la violencia, la muchedumbre quemó los carteles de los candidatos del poder a las elecciones municipales del 8 de abril. Elecciones carentes de legitimidad y que no interesaban a nadie –el porcentaje de participación fue muy bajo–. Se había arrestado a cientos de candidatos que los Hermanos Musulmanes habían presentado dos semanas antes, eliminando así la principal fuerza opositora.
Los actos violentos continuaron el día siguiente, el 7 de abril, cuando varios miles de manifestantes –muchos más que en la jornada anterior– empezaron a destruir un afiche gigante del presidente Hosni Mubarak. Durante esos dos días las fuerzas de seguridad arrestaron a 131 personas y molieron a golpes a muchos otros, hiriendo seriamente a nueve y matando de un disparo en la cabeza a Ahmad Ali Mubarak, un muchacho de quince años que observaba la escena desde el balcón de su departamento.
El 8 de abril una delegación de altos funcionarios encabezada por el primer ministro Ahmed Nazif se precipitó a Mahallah al-Kubra para calmar los ánimos. Nazif acordó una prima de un mes de salario a los obreros del Misr y de quince días a los otros trabajadores de la industria textil. El ministro de Inversiones prometió mejores transportes, panaderías especializadas en la distribución del pan subvencionado y la reapertura de la cooperativa alimentaria, también subvencionada, donde se podía obtener arroz, aceite, azúcar y harina. Además, el hospital central de la ciudad recibiría nuevos equipamientos médicos y refuerzos de personal especializado. En el mes de marzo, la muerte de ocho enfermos cardíacos se debió muy probablemente a un aparato defectuoso (3).

Creado en 1927, el Misr es el más antiguo complejo textil (hilatura) industrial de Egipto. Su importancia simbólica es enorme, dado que fue la nave insignia del sector público nacionalizado en 1960. Lo que allí sucede repercute a menudo sobre los salarios y condiciones de trabajo en otras industrias. Por esta razón, el gobierno estaba dispuesto a pagar un precio elevado para satisfacer las reivindicaciones de estos trabajadores, como ya lo había hecho en el pasado, y así evitar que el movimiento se extendiera.
La idea de huelga que lanzaron los obreros de Mahallah Al-Kubra se transformó en un llamado a la huelga general con el apoyo de Kifaya –coalición multicolor y prodemocrática compuesta sobre todo de intelectuales del Partido Laborista (islamista), del Partido nasserista Kamara y del Colegio de Abogados–. Por otra parte, una “red social” (Facebook) que se adjudica sesenta mil adherentes habían pedido que el 6 de abril la gente no se moviera de sus casas.
En efecto, los obreros de algunas empresas se declararon en huelga. Se realizaron importantes manifestaciones frente al Colegio de Abogados y en varios campus. La circulación disminuyó considerablemente en el centro de El Cairo y en los mercados de los barrios pobres como Imbaba se observó muy poca actividad. Pero la huelga general abortó, en particular debido a que la noche anterior un centenar de activistas fue arrestado.
Una manifestación organizada por Kifaya el 11 de diciembre de 2004 marcó en Egipto el inicio de un período de efervescencia política (4). Contrariamente a la tradición, los manifestantes atacaron en forma directa al presidente Mubarak. Le pidieron que no volviera a presentarse en las elecciones de 2005 (aunque lo hizo), que se abstuviera de imponer a su hijo como su sucesor (tal cual esperaba la mayoría de los egipcios) y que redujera los poderes presidenciales (de hecho, las enmiendas constitucionales de marzo de 2007 los aumentaron). En su origen el movimiento Kifaya parecía muy prometedor, pero tras la guerra del Líbano de 2006 comenzó a desinflarse. Desde 2004 el Partido Comunista, el nuevo Partido Socialdemócrata y el Partido Revolucionario (trotskista), ganaron terreno entre los trabajadores, mientras que en su conjunto Kifaya se mantiene al margen del movimiento obrero.
Pero el apoyo que Kifaya aportó a la huelga general del 6 de abril fue juzgado lo bastante inquietante como para provocar la detención de George Ishak y otros cincuenta miembros fundadores de la organización. El acta de acusación era falsa, como cada vez que el régimen ataca a la oposición. El 11 de abril una delegación de veinticinco universitarios se dirigió hacia Mahalla Al-Kubra para manifestar su solidaridad y visitar a las familias de los presos y a los heridos. Les bloquearon el paso a veinte kilómetros de la ciudad. Estos acontecimientos prueban la intensificación de las medidas represivas contra los opositores laicos, represión que se añade a las que ya se ejercen desde larga data contra los Hermanos Musulmanes.
El éxito de sus huelgas hizo que los obreros de Mahalla Al-Kubra encabezaran la enorme rebelión obrera que movilizó hasta a cuatrocientas mil personas: a partir de 2004 se sucedieron huelgas, ocupación de plantas, manifestaciones y otras formas de acción colectiva. Este movimiento obrero animó a otras categorías sociales a recurrir a la huelga o a la amenaza de huelga, por ejemplo a las profesiones liberales: médicos, universitarios, dentistas. Se trata del movimiento social más importante en Egipto desde la campaña contra la ocupación británica, tras la Segunda Guerra Mundial.
Este fenómeno social es sobre todo una reacción contra el programa neoliberal, contra la instauración de un Nuevo Egipto que apenas incluye al 10% de la población, excluye a obreros, empleados y, sobre todo, a funcionarios de un sector público que se reduce cada vez más. A raíz de los acuerdos firmados con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial con vistas a “la reforma y el ajuste estructural de la economía” y en 1991 su traducción en la ley del país, trescientos catorce empresas públicas pasaron a ser candidatas a la privatización.
Diez años más tarde ciento noventa de ellas habían pasado al sector privado. En julio de 2004 entró en funciones un nuevo gobierno, presidido por Ahmad Nazif. Los expedientes económicos se habían confiado a universitarios formados en Occidente o a hombres de negocios cercanos a Gamal Mubarak, hijo mayor del Presidente. Dominado por su entorno, este gobierno desencadenó una segunda ola de privatizaciones. En el curso del primer ejercicio fiscal de su mandato estableció incluso un récord, al vender diecisiete sociedades al sector privado.


Que renuncie todo el gobierno”

A medida que se implementaba este programa aumentaba el miedo al desempleo, y los inversores privados se resistían cada vez más a pagar ventajas sociales atrasadas como, por ejemplo, los dividendos que se debían a los obreros que poseían acciones, o como las contribuciones patronales a los fondos jubilatorios que algunos administradores públicos hacía diez años que no pagaban. Los salarios reales se redujeron notablemente, la fractura social empeoró. Los cálculos del umbral de pobreza varían, pero en promedio se piensa que un 40% de los egipcios viven con menos de dos dólares diarios.
Así pues, desde 2004 estas condiciones vienen provocando una ola de huelgas y acciones colectivas obreras sin precedentes. En el curso de los seis primeros meses de 2004 se contaron setenta y cuatro acciones reivindicativas, pero tras la entrada en funciones del gobierno Nazif en el mes de julio esa cifra se multiplicó, alcanzando ciento noventa y una en los seis meses siguientes (5). Alrededor del 25% de las acciones desencadenadas ese año se produjeron en el sector privado, lo que no tiene precedentes. Durante el año 2006 el diario de centro-izquierda Al-Misri Al-Yawm enumeró doscientas veintidós huelgas, ocupaciones de fábrica y manifestaciones (6). En 2007, Egyptian Workers and Trade Union Watch contó quinientas ochenta acciones reivindicativas (7).
Ese año las huelgas empezaron en la industria textil y de la indumentaria para ganar el trabajo públicos, el transporte, el subterráneo de El Cairo, el sector agroalimentario, la panadería, los servicios sanitarios, los campos de petróleo de Suez, el complejo siderúrgico y la fábrica de cemento nacional en Heluan, y muchos otros. Después de décadas es la primera vez que numerosos obreros del sector privado participaron en un movimiento de este tipo. En el curso del verano boreal de 2007 se extendió a los empleados, funcionarios y a las profesiones liberales. La acción más masiva se desarrolló en diciembre de 2007 con la huelga de los cincuenta y cinco mil funcionarios encargados de cobrar los impuestos locales sobre los bienes inmuebles. Tras un mes de manifestaciones callejeras y una huelga que duró diez días obtuvieron la paridad salarial con sus homólogos nacionales, que son empleados directos del Ministerio de Hacienda.
El movimiento obrero popularizó una cultura de protesta y contribuyó a la formación de una conciencia ciudadana con mucha mayor eficacia que los moribundos partidos de oposición laica o las organizaciones no gubernamentales más activas. En septiembre de 2007, ante una reunión de obreros en huelga, Mohamed Al-Attar declaraba: “Quiero que todo el gobierno renuncie... Quiero el fin del régimen de Mubarak. La política no puede ignorar los derechos de los trabajadores. El trabajo tiene una dimensión política. Aquí ahora somos los testigos de la verdadera democracia”.

1 Faiza Rady, “A Victory for the Workers”, Al Ahram Weekly Online, 10/16-04-08.
2 “Pacha” y “bey” se refieren a títulos que se usaron durante el reinado, antes de la revolución de 1952 y de la instauración de la República.
3 Daily News Egypt, El Cairo, 7-4-08.
4 Acerca de la situación política y las elecciones, véase Hussam Tammam, “Nueva era para los Hermanos Musulmanes”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, septiembre de 2005.
5 Informe anual 2004, Land Center for Human Rights, El Cairo.
6 Al Misri al-Yawm, El Cairo, 2-3-07.
7 Jonathan Spollen, “Workers Take to the Streets. The Strikes of 2007”, Daily News Egypt, 30-12-07.

J.B.






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