Cuando la felicidad así lo requiera

Por: Rigel Solís Rodríguez

Cuando la felicidad así lo requiera es una obra de teatro que cuenta ya con titipuchal de representaciones. Con créditos compartidos entre Ricardo Andrade, como autor y director, Amanda Quezadas, lo mismo en dirección que en actuación, y Silvia Sosa también como actriz, esta puesta en escena fue la primera en presentarse como parte del Octavo Festival Independiente de Teatro Íntimo (FITI) a cargo del Centro de Investigación Escénica El Teatrito.

Con ritmo y tono caminando en la cuerda floja de la seriedad y con el riesgo latente de caer en el abismo de la solemnidad, la obra va de la ficción que sitúa en un mismo cuadro a dos personajes históricos: Servando Teresa de Mier y Ricardo Flores Magón, que vivieron sus radicalismos para darnos patria con cien años de diferencia, hacia la reflexión sobre la realidad contemporánea de memoria y olvido, así como de fatuas y cacareadas celebraciones de las insurgencias.

Las cuatro palabras en el nombre del FITI se dejaron sentir en su máxima expresión la noche del pasado lunes.

Festival, como exhibición y fiesta del arte y las ideas de una pequeña multitud con rostros alegres, empezando con el del propio edificio cuya fachada luce de maravilla gracias a la intervención de la escenógrafa francesa Mónica Lacheze y su hermana Genoveva, quienes pusieron su arte y cariño en los muros de El Teatrito, dando vida y colorido también al viejo barrio de Chuburná. Velada para conocer gente, saludar amigos y charlar mientras el café perfumaba el ambiente antes y después de la obra. Con invitados que llegaron en demasía y realmente pintaron de fiesta la reunión en torno al fenómeno teatral.

La palabra Independiente sonó por la naturaleza misma del festival y de los grupos participantes, así como por la organización y el espíritu solidario de no abrir la taquilla para permitir al público participar del espectáculo colaborando con los gastos en la medida de sus posibilidades, pero sobre todo se oyó fuerte en el discurso de “Cuando la felicidad así lo requiera”pues el texto dramático hace acusaciones y cuestionamientos severos en virtud de revisar la historia pasada, presente y aún por escribir en días en que se cocinan celebraciones de dos siglos de supuesta autonomía nacional, texto que tiene, en sus dos personajes principales, individuos que a la historia oficial conviene dejar en el olvido.

El Teatro per se, es decir, el hecho escénico al que acudimos y en el que se vio a dos actrices conducir por buen rumbo el derrotero de la obra, con la palabra como su mayor recurso para dar vida a la dramaturgia y contarnos la Historia de México a través de la historia de Servando y Ricardo. Ambas interpretes intercambiaron el primer y segundo plano en función de dar equilibrio a la fuerza de sus mensajes, mutando también en personajes secundarios y rompiendo con todos los roles para dirigirse a nosotros como narradoras omniscientes, todo ello con tal sincronía que sólo en par de titubeos hizo cascabelear la maquinaria y en ocasiones alcanzó la categoría de poesía de los cuerpos interactuando.

Íntimo como la privacidad que la familia goza en su hogar con respeto a la individualidad de cada uno de sus miembros, así como por la comodidad y disposición para compartir el espacio, de apretarse para que quepan más y sean parte de la experiencia. Y El Teatrito se llenó a tal grado que hubo que sentarse de lado o de plano en el piso al borde del proscenio, y eso que desde cualquier punto es posible entrar en comunión con los actores, ver las mínimas expresiones, oír incluso las respiraciones y participar del efecto catártico que el arte provoca.

Nos llaman rebeldes y terroristas a lo ilusos y utopistas, pero ¿acaso la felicidad no es un derecho universal para disfrutar de él en este astro de nombre Tierra? Durante la representación no hubo oportunidad para reír, salvo esbozar una sonrisa por alguna sarcástica línea. El ritmo reiterativo, en cambio, incitó a la reflexión y comprensión con amplio criterio lo mismo de la historia bicentenaria, centenaria y actual mexicana. La fuerza de las palabras, por su parte, dejó la cuestión en la conciencia de cada quien para cuando su felicidad así lo requiera.

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