Espacio Blanco en El Teatrito

Por: Rigel Solís Rodríguez

Tenía muchas ganas de ver la propuesta que la compañía Espacio Blanco, de Guatemala, presentaría en el Festival Independiente de Teatro Íntimo (FITI) tratándose de la adaptación de un clásico de Lope de Vega y porque pienso que Yucatán tiene más relación con aquel país que con gran parte del resto del territorio mexicano, incluso desde hace algún tiempo decidí apoyar al equipo nacional de fútbol chapín en lugar de la sobre valorada selección “Azteca”.

“Nunca me había sentido tan cómodo en este tipo de puesta en escena en que los actores integran al público y lo hacen participe de las acciones, ustedes tienen una magia muy especial que me fascinó”, dijo don Víctor Salas, feliz desde su lugar de espectador por encima de su conocida postura de crítico de arte, durante el acostumbrado diálogo que al final de cada función los miembros de la compañía en turno intercambian con el respetable.

Otros felicitaron y agradecieron por sendos esfuerzos a Rina Flores, quien adaptó, dirigió y actuó, a Flor de María de Armas, quien completó el reparto, así como a la asistente Martha Rosales. Entonces Rina y Flor se dispusieron a platicar con los presentes en un ambiente de total fraternidad. Risas, preguntas, risas, respuestas, risas, anécdotas, risas y en fin. Vaya, si la comedia fue exquisita el postre no se quedó atrás.

Hablaron de la experiencia de Espacio Blanco y de la satisfacción que deja hacer teatro con amor. Rina contestó que prefirió adaptar la obra de tal manera que los espectadores fueran tocados, pues piensa que provocarlos es fundamental para enriquecer el hecho escénico y la creación de públicos entre otros factores. Flor se refirió a la recepción cálida y abierta que han tenido en comunidades rurales de Guatemala que contrasta con el cerrado y cuadrado comportamiento de la capital.

Los enredos de Nice la culta y Finea la boba, en los que truecan galanes y sirven de mofa de ciertas actitudes de orden social, fluyeron con gracia entre las calmadas aguas de El Teatrito, de donde pronto emergieron improvisados actores que deleitaron con su interpretación, ya de Liceo ya de Laurencio, mientras Rina y Flor, que no Nice y Finea, se hacían parte del público y desde ahí dirigían el cauce, cosa que ciertamente requiere mucho encanto para funcionar.
La propuesta recurrió al uso de máscaras para caracterizar varios personajes, incluidos los que salieron de las butacas, “no tengo facilidad para esto” dijo el “Ché”, gigante amigo y asiduo visitante de El Teatrito, pero lo cierto es que lucio sobre el escenario. El juego de sombras proyectadas en sábana blanca también resultó eficaz para la recreación del espacio y un efecto visual que también permitió a cada espectador recrear la imagen y la acción sugerida.

El recinto teatral de Chuburná se llenó una vez más y la compañía guatemalteca cumplió, con una puesta discreta y sin técnicas escenográficas rimbombantes pero con gran trabajo actoral y enorme carisma, las expectativas depositadas en ella. Yo me quedé pensando que tal vez Yucatán es en realidad un país más de Centroamericana que, para bien o para mal, está ligado a México. Al caer el telón de La Dama Boba sólo quedó agradecer y felicitar a Espacio Blanco y por supuesto al FITI.

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