Excelente paja para los payasos

Por: Rigel Solís Rodríguez

En italiano paja es paglia, y ésta palabra eligió la compañía Dramart, de Mérida Venezuela, para nombrar el espectáculo clown que presencié justo a mitad del Festival Independiente de Teatro Íntimo (FITI) en el Centro de Investigación Escénica El Teatrito, montaje dirigido por Gabriel Torres Morandi con producción de Irina Dendiouk. También explicaron que en el antiguo circo los payasos aparecían después de los animales, por lo que se requería esparcir paja encima de la mierda de éstos, además que aquellos rellenaban sus ropas con paglia.

Estos güeyes están cabrones. Así se puede resumir la calidad que poseen Salvador Villegas y Leonidas Urbina para desarrollar un discurso teatral con una técnica tan difícil como lo es el clown, pues los Clowns no son sólo actores ni mucho menos chan payasitos que sacan risas con chistes baratos o de dos por uno de la barra televisiva más corriente, ya que a nivel escénico y actoral manejan una complejidad humana muy grande, llevando, por ejemplo, situaciones cotidianas a una exageración tan absurda y risible pero que aún así no escapan de la realidad.

El espectáculo estuvo de “no mames”, me desternillé y desatornillé de risa. La expresión corporal, facial y hasta mental de los venezolanos es de un profesionalismo requetedigno de aplaudir, y eso que, como ellos dicen, apenas están explorando los terrenos de dicha técnica. Confieso también que al principio me sentí un tanto incómodo, por no decir amenazado, por dos personajes que netamente parecían retrasados mentales.

O sea, pensé que si sólo porque se trataba de un montaje de teatro me podía cagar de risa con todo gusto, pero si aquellos tipos estuvieran internados en un hospital psiquiátrico seguramente no me parecerían graciosos. Aunque pensándolo bien, lo que si es para horrorizarse es el retraso mental de una sociedad que acepta gobiernos ilegítimos nefastos, religiones hipócritas criminales y economías perversamente voraces, además de destruir su propio planeta.

Ellos dijeron con ojos, gestos, risas y actitudes, dijeron sin hablar o haciéndolo con un lenguaje inventado que nadie entendió pero tampoco hizo falta hacerlo. Me reí locamente como lo he hecho del tonto que tropieza en la calle o de la víctima de una pesadísima broma, aunque luego diga pobrecito. Y en cierta medida también reí de mí mismo, mi propia pendejez y mi tragedia personal.
Sobresalió, a pesar de que por poco se derrumba El Teatrito lo mismo por las públicas carcajadas que por los clowns que aporreaban todo tipo de fierros en el escenario, el acto del payaso llorando tras enterarse de alguna desgracia que le produjo tremendo pesar. Vaya trabajo para generar emociones y reacciones en el espectador. También hubo momentos que se tornaron grotescos y mi buen gusto se vio amenazado o de plano sucumbió ante personajes tan feos y ridículos.
Igual funcionó de maravilla mostrar lo que no se ve y utilizarlo para provocar sentimientos encontrados cuando se sugirió que tras bambalinas uno le atestó inmerecida paliza al otro de manera tan graciosa que fue imposible no reír, sin embargo, al siguiente instante en el que salió inmolado y amolado el personaje parche al ojo incluido, uno no pudo evitar exclamar un lastimero aaaah seguido de un chuuuch pobrecito él.

Así las cosas con la excelente presentación de los clowns venezolanos de la compañía Dramart y su propuesta Paglia, durante el Octavo FITI en el popular Teatrito de Chuburná.

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