APORTACIONES (IN)VOLUNTARIAS
Un legítimo derecho
Por: Ricardo Andrade Jardí
Algo que ha caracterizado al panismo nacional es su insensibilidad y su falta de tacto cuando han sido gobierno. El “monumento” a los Montejo, hecho con dinero público, pero sin consulta ni consenso público, e inaugurado como uno de los últimos y aberrantes actos del panismo que gobernó la “Blanca Mérida”, durante dos décadas, es una afrenta para cientos de miles de mayas que fueron y son aún, asesinados, explotados, torturados, vejados, despojados y humillados. El “monumento” que en todo caso debería formar parte de la colección de un deseable museo de las atrocidades humanas, es además un recordatorio de la mediocridad de una clase política, que carece de memoria histórica y que reivindica una identidad que no le pertenece. No se trata de ser más español o menos español, más mexicano o menos mexicano, mas maya o menos maya, se trata más bien del desprecio que el panismo yucateco, siente por el pueblo que lo entronizo durante 20 años en la ciudad, que lleva el adjetivo de blanca, por que los mayas, amantes del ecosistema que les dio techo y comida durante siglos, no entraron a la ciudad de Mérida porque empezaba el tiempo de la cosecha y obligados por una responsabilidad con la naturaleza abandonaron el sitio de Mérida, para ir a sembrar la semilla de su identidad, sin comprender que entre los asesinos colonizadores (a los que el panismo local en pleno año del bicentenario de nuestra pretendida independencia nacional hoy entronizan para suponer que volverán como los Montejos a seguir viviendo de la cultura Maya que tanto desprecian, pero que tanto les ha dado) la naturaleza les preocupaba poco y arrasaron con los Mayas resistentes, que sembraron las semillas que finalmente alimentaron al enemigo. Sorprende la tardanza, quizás por la misma falta de sensibilidad del nuevo gobierno local, ahora priista, para retirar el ofensivo monumento en cuestión y destruirlos para recuperar el bronce pagado con los impuestos del pueblo yucateco, o embodegar (hasta que nuestra identidad logre, como en la España actual, una Ley de Memoria Histórica, que retire el nombre de los asesinos conquistadores de avenidas y colonias, así como monumentos, para restituir la deuda que tenemos con las culturas originarias, y logremos abrir el museo, no sólo de la cultura Maya, sino el de las atrocidades de la humanidad, para entonces, tal vez y sólo tal vez, volver a poner el rostro de los Montejos, como recordatorio a las nuevas generaciones, de lo que fue una de las brutalidades más vergonzosas de la especie humana (la conquista y colonización de América), y revelen el rostro de quienes en nombre de Dios cometieron tales crímenes de lesa humanidad.
Pero si la sensibilidad no llega a la nueva autoridad gobernante, y más pronto que tarde retira ese monumento humillante en pleno siglo XXI y año de nuestro mítico 10; entonces, será un derecho legitimo del pueblo Maya acompañados del mestizaje yucateco, además de un deber ético y moral, derrumbar el símbolo de la humillación con la que el panismo termino sus últimos días de gobierno, en una ciudad que por mucho fue siempre generosa con ese grupo político, pero que en su ambición e insensibilidad, terminaron como malos demócratas ofendiendo a la sociedad que decidió cambiarlos, justamente por esa falta de sensibilidad, para quienes incluso los favorecieron tantos años.
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