¡¿APRECIACIONES CRITICAS?!

Cursilerías oníricas

Por Rigel Solís Rodríguez

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La conferencia del rock terminó y la bola de aplausos de volada cayó en el recinto de la feria de Xmatkuil. Los conferencistas habían dado cátedra sobre la historia, alcances, géneros, subgéneros, íconos, leyendas y montón de curiosidades y etcéteras. Yo me clavé unas fotocopias que un bato utilizó para tratar ciertos temas.
Me fui de la sala y mientras doblaba una esquina la vi conversando con sus amigas en las gradas de un tablado. Con tetas de secundaria lucía mucho más hermosa que cualquier princesa de Disney. Seguí de largo pero casi de inmediato di media vuelta para descubrir que sonriendo venía hacia mí. Holas y un besito de piquito me hicieron rodar de placer.
Las amigas desaparecieron y nos sentamos en una grada. Su dulce voz terminó de cautivarme y noté que con la vista seguía los movimientos de mis manos que sin querer estrujaban las fotostáticas. Cuando dije “mira” extendí las hojas de tamaño carta y dibujos infantiles asomaron coloreados de anarquistas y crayoleros trazos.
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No sé por qué iba yo en esa motocicleta en la parte trasera, sin casco ni temor. El cielo amenazaba y no tenía encima ni medio nylon. No sé por qué la prisa de mi amigo conductor, pero al poco un policía motorizado nos hizo detener sobre Avenida Itzáes, donde nace la Canek. Quité pies de los estribos y descansé el compás en el pavimento.
Ella ofrecía periódicos desde el camellón a conductores. ¡Pero qué voceadora más hermosa y tan sabrosa! – pensé. Más ¿por qué la miro en todas partes? era la pregunta correcta mientras el sol resquebrajaba mi cabeza. “Yucatán, De peso, Por Esto! La i”. Bastó encontrar su mirada para irme en un suspiro.
Desmonté mi caballo y a diestra y siniestra repartí espadazos a treinta y cuarenta. Partes mutiladas volaron entre la lluvia y charcos de sangre y lodo rebasaron mis tobillos, cabezas cercenadas aparecieron en la primera plana que agitaba en mi cara de pendejo. Pedí un granizado de crema morisca y en la escarpa me senté a chuparlo.
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Un bastón de palo de escoba sostiene al viejo sucio y raído, quien lleva un tiznado y maloliente sabucán al hombro y una lata de sopa Cambells para recolectar monedas en el camión que llevarme hace a Pacabtún. El corcovado anciano ubica su lugar y se sienta justo tras de mí en el fondo del transporte público urbano.
A medio camino, ahí por La Esperanza, Britney Spears, o al menos su enorme sonrisa, mirando el horizonte por la ventanilla aprieta mi mano y ordena me separe de sí antes que el homicida suba con su cuerno de chivo en la siguiente parada. Mi corazón se acelera y va más duro que el camión mientras un poema de Adriana Díaz me hace una puñeta.
La amenaza no sube, ni nos descubre con sudor en las manos, ni nos dispara, en cambio, la güera me acaricia con labios de caramelo y aliento de café, mientras el pordiosero se levanta y camina hacia el descenso delantero repartiendo monedas a los pasajeros, tras él pasa el monaguillo y su charola se llena de bolsitas de látex con un nudo en la garganta.
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La lluvia cayó encabronada sobre los altares de la plaza grande aquel día de muertos. Ella me besaba entre dulce y salado en cada pausa de nuestro juego de charco en charco mientras el semáforo daba viaje a la Combi que levantó la ola que nos pringó las caras. De pronto se puso seria y me gritó que no me dirigiría la palabra ni una vez más.
La lluvia se puso amarga y espesa. Por los televisores de una tienda vi a Romario y Bebeto levantar la copa del campeonato mundial de futbol y ella, como si nada, me dio la espalda y se marchó. Caminé poco y portadas literarias detrás de un vidrio me sirvieron de pretexto para esconder la mirada y burbujas que subían reventaron en mi desdichada facha.
La lluvia siguió sonando y dibujó su bella figura y todo lo demás en la lejanía. De la mochila saqué audífonos que coloqué a mis orejas y mis dedos chuchules buscaron temblorosos el botón de play de aquel mi walkman amarillo. En tanto peatones aplaudían y conductores claxoneaban, el llanto de guitarra en un funeral me machacó.
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La película estuvo de película. Lindsay Lohan, como cyborg lesbo gothic punk woman, y Alicia Machado, como ninja pussycat erotic femme fatale, en thriller policiaco noir cómico épico de matanza, porno y acción, me dejaron todo tarado y como zombie salí del multicinema de la Gran Plaza para directo clavarme en la tienda de discos.
Novedades, ofertas, pop, metal, punk, alternativo, progresivo, jazz, clásico, world music, video clipes, concierto, cine de arte y nacional. Miraba y remiraba y escogía y desescogía mientras la Symphony of Destruction en el ambiente retumbaba. Fui por pasillos tomando y soltando piezas por doquier, mirando y leyendo carátulas y contracarátulas.
De pronto volteé, la miré aproximarse cual Olivia Hussey en papel de Julieta de la adaptación fílmica de Zeffirelli del clásico de Shakespeare y se agitó mi corazón y se paralizó mi cuerpo y, al mudo saludo de hola y qué tal, de mis manos cayó la docena de rosas rojas y ella me ofreció un cidí en cuya cara pude leer la palabra “Amador”.

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